Microrrelatos
La Noche y la Luna (Fabula)
20.02.2022 14:56La Noche llega con su penumbra para hacerse cargo del tiempo; sin pedir permiso a nadie, reclama su momento desplazando al Día.
Conociendo lo inevitable de su destino, el Día encuentra consuelo al saber que, luego de unas horas, volvería ocupar su lugar en el firmamento.
Un destello de luz se encarga de anunciar su llegada, terminando con la oscuridad en la que se ocultaba la Noche; pero ella tal como el Día, sabe con certeza que en pocas horas, volverá a reinar en el crepúsculo de su propia existencia.
Así, el círculo se cierra; por cada Noche que muere con la luz del alba, nace un nuevo Día que desaparece inexorablemente, bajo el oscuro velo del ocaso.
El inicio y el fin de uno y otro, es lo que comparten cada vez que transcurre su fugaz encuentro, siendo el Amanecer y el Atardecer, únicos testigos de su efímera convivencia.
Una vez, el Viento al pasar por las Montañas, le contó un secreto a la Luna, que asomaba sobre el pico más alto; le habló de la soledad, triste destino al que estaba condenada la Noche. El Día en cambio, siempre llega acompañado por el Amanecer y cuando se acerca la Noche, se aleja presuroso junto al Atardecer.
Las Nubes, escondidas detrás de las Montañas, sin querer escucharon lo que el Viento dijo sobre la soledad de la Noche, y cargadas de pena, lloraron sin consuelo por la tristeza que ella padecía. Sus lamentos se hicieron Truenos y sus lágrimas Lluvia, empapando al Atardecer, que como siempre, se retiraba con el Día.
Animadas por el Viento, las Nubes dejaron de llorar y se alejaron junto a los Truenos y la Lluvia hacia las Montañas.
En su retirada, encontraron al majestuoso Sol que como siempre, antes de esconderse tras el Horizonte, admiraba su brillante reflejo en la pequeña laguna del valle.
Intentando aliviar la pena que según el Viento padecía la Noche, a la Lluvia se le ocurrió una idea y con mucho respeto, le pidió al astro rey que la ayudara.
El Sol accedió y justo antes de que llegara la Noche, con la Lluvia formaron un hermoso Arco Iris que llenó de colores el gris Atardecer de aquella jornada; la Lluvia pensó que la belleza de aquel colorido alegraría a la Noche, alejando la pena y la tristeza que le provocaba la soledad.
Pero el Sol le aclaró a la Lluvia que su esfuerzo sería en vano, que todos los colores del Arco Iris estaban condenados a desaparecer, cuando la Noche llegara y desplegara la penumbra de su oscuro manto.
Desilusionadas, las Nubes y la Lluvia retomaron su camino, intentando alcanzar a los Truenos que ya se habían alejado; se llevaron con ellas al Arco Iris que poco a poco, se desvanecía perdiendo su colorido encanto.
El Sol, compañero inseparable del Día, cumplió con su destino y por unas horas cedió su reino a la Noche, que llegaba presurosa mientras el Día se iba con el Atardecer.
Al enterarse de lo que había dicho el Viento, la Noche a todos aclaró: “Pero yo no estoy sola…”; le pidió permiso a las Nubes que se alejaban con la Lluvia, y cuando éstas se hicieron a un lado, un montón de Estrellas rodearon a la Noche; entonces les dijo: “Ellas son mi compañía…”.
Pero si no estaba sola, cuál es el motivo de su tristeza preguntó la Lluvia; La Noche confesó: “Siento pena por extrañar a la Luna, que una vez al mes se llena de luz y me ilumina como el Sol al Día...”.
Al escuchar a la Noche, el Viento avergonzado, se escondió detrás de las Montañas; las Nubes y la Lluvia siguieron su camino, y en su recorrido, se cruzaron con la Luna despidiéndose del Arco iris.
Sin saber lo que por ella sentía, la Luna iba a ver a la Noche para hacerle compañía; así, con su presencia, alejaría a la soledad que según le había contado el Viento, sin piedad la atormentaba.
Así, la Noche dejó a un lado a la tristeza, y la soledad continuó sola con su existencia; el Viento aprendió la lección y dejó de repartir secretos; cuando pasaron por las Montañas, le dio un empujón a las Nubes y a la Lluvia que intentaban con esfuerzo alcanzar a los Truenos, mientras el Sol, en el ocaso del Día, se ocultó una vez más tras el Horizonte.
Desde aquel momento, la Noche y la Luna entendieron que solo estando juntas, gracias a la oscuridad de una, la otra brillaría con todo su esplendor.
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Mujer
20.08.2020 20:35Mujer, esa que nos da vida, la que ama y se entrega por completo; la autora responsable de la creación de la humanidad, obra máxima y sublime que representa nuestra propia existencia. Mujer, esa a la que aprendemos a amar desde su propio vientre, la incondicional mentora de nuestro futuro.
Mujer, esa de la que un día nos enamoramos, la que nos regala sin reparo su juventud, sus mejores años, toda su vida; esa a la que además le sobra tanta generosidad como para concretar el milagro de convertirnos en padres.
Mujer, esa a la que durante siglos, obligamos a ser sumisa y callar, aún sabiéndose, infinidad de veces, dueña de la razón.
Mujer, esa que dejamos relegada a su propio destino, un destino que escribimos y manejamos nosotros los hombres, desde la clandestinidad de nuestro enfermizo e idolatrado machismo, cargado de egoísmo, prejuicios y enormes desigualdades.
Mujer, eternamente relegada y prácticamente olvidada por una sociedad de fuertes raíces patriarcales que, inmersa en su propia hipocresía, ignoró durante años, la verdadera importancia que tenía sobre todo y sobre todos.
Hoy, aunque a muchos les cueste aceptarlo y les duela en el alma, los hombres hemos perdido ese dominio y esa exclusividad, tan injusta como maldita, que teníamos sobre ellas; debimos abdicar ante una realidad que en algún momento de la historia, nos dejó sin argumentos y muchas veces, sin palabras.
Todos, de una forma u otra, tenemos o tuvimos una mujer ligada a nuestra vida, y a pesar de ello, hay muchos que con el tiempo, olvidan su importancia. Inescrupulosos y falsos “machos”, que con su retrógrada mentalidad, abusan de ellas y de todos sus derechos impunemente, maltratando y vulnerando cada uno de los valores que un día, esas mismas mujeres les enseñaron e inculcaron.
Nosotros, los hombres, especialmente los que no dignifican y reconocen la importancia del rol que la mujer tiene en nuestras vidas, no olviden que una mujer fue quien, con su dolor y su esfuerzo, los trajo a este mundo y que una mujer fue también quien le dio vida a sus hijos. Por eso debemos aprender y principalmente enseñar a quienes, inmersos en su propia ignorancia y su patética forma de pensar, aún no han entendido que a una mujer se la debe respetar siempre; todas y cada una de ellas merecen eso y nosotros, los que sentimos el orgullo de amar a nuestras esposas, madres, hijas, hermanas, abuelas y tantas otras mujeres importantes que nos acompañan y acompañaron en este camino, tan complicado como hermoso que es la vida, debemos luchar para que esto sea realidad.
Ser hombre no significa pedir perdón o regalar una rosa luego de un agravio; ser hombre es saber valorar a la mujer que está a nuestro lado; es tener la humildad de pedir perdón cuando nos equivocamos; es sentir pena cuando olvidamos decirle lo importante que es en nuestra vida; es arrepentirse de no decirle cada día cuánto la amamos, es respetarla y ayudar a que otros la respeten; es regalar una rosa, por el simple hecho de robarle una sonrisa.
Natura
02.11.2018 22:01El sol asoma una vez mas en el horizonte, la tenue claridad de su despertar anuncia el comienzo a un nuevo día.
Sin pausa y sin apuro, recorre la enorme esfera que forma el cielo sobre cada uno de nosotros, dibujando una parábola invisible que demora cerca de doce horas en completarse.
En ese transcurrir de luces, colores y sensaciones, cambia sutilmente esa claridad que en su nacimiento lo caracteriza, por la incipiente y casi misteriosa penumbra de una nueva noche que comienza. Es una transición casi mágica, que se repite una y otra vez desde el inicio mismo de los tiempos; una maravillosa y perpetua secuencia en la que el día despide a la noche, para luego de unas horas, darle nuevamente la bienvenida.
El mar, en absoluta calma, refleja indistintamente al sol y la luna, creando esa hermosa y casi perfecta imagen que, en infinidad de ocasiones, fue inspiración de diferentes formas de arte.
El horizonte se funde con la tierra creando diferentes y variadas formas, en una falsa unión que engaña el sentido visual de quien, alguna vez, intentó la imposible tarea de alcanzarlo, sin darse cuenta que lo único que logra al acercarse, es alejarlo.
Hasta cuándo la naturaleza nos va a permitir disfrutar de tanta belleza?.
Cuál será el tope de su paciencia?.
Cuántas veces, a su manera, nos va a sugerir hacer un cambio profundo en nuestra forma de actuar con respecto a ella?
La naturaleza está molesta e inquieta, por eso nos dice con hechos cada vez mas seguidos y destructivos, que necesitamos tratarla de otra forma.
Su voz se escucha en los vientos que giran incontrolables dentro de tornados implacablemente destructivos, exigiendo que escuchemos su reclamo. Empapa nuestra ignorante y temeraria arrogancia con tsunamis, inundaciones y riadas, que arrasan sin un ápice de piedad, todo lo que se encuentra a su paso. Sacude sin remordimiento nuestra irreverente soberbia con fuertes terremotos, como queriéndose sacar de encima todo ese mal que le infringimos.
Nosotros, desagradecida y decadente humanidad, la atacamos como queriendo encontrar el límite de su paciencia, sin tomar en cuenta el peligro que implica enfrentar semejante desafío.
La naturaleza amenaza con furia el futuro de nuestra permanencia dentro su reino. Nuestra propia vanidad nos está condenando al destierro de lo que hoy llamamos hogar.
Con el pasar de los siglos, hemos ignorado una y otra vez, innumerables advertencias en forma de poderosos cataclismos, que han marcado a nuestra tierra, dejando heridas que nunca terminan de curarse y huellas que jamás se pudieron cerrar.
Nos creemos dueños de la verdad, de todos los secretos de la vida; somos artífices y creadores de las invenciones mas maravillosas que supuestamente facilitan nuestra vida cotidiana, pero no nos damos cuenta que no hay nada que pueda crear el hombre, desde el inicio mismo de su existencia, que pueda dominar, ni detener, ni siquiera aplacar, la furia del mayor peligro que la humanidad alguna vez debió enfrentar, la madre naturaleza.
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La venganza del planeta
21.08.2018 14:40La fuerza del viento golpea implacable todo lo que encuentra a su paso, nada parece capaz de soportar la embestida de su furia.
La luz del día sucumbe ante la masa húmeda que rodea cada espacio vacío.
La lluvia cae intensa y sin control, formando ríos turbulentos que sin piedad roban la privacidad de hogares indefensos, arrebatando todo lo que alguna vez fue nuestro.
El mar recupera el terreno que durante siglos le fue robado, y sin permiso, vuelve a imponer los límites de su gigantesco reino.
La tierra tiembla y se sacude con enojo, como queriéndose sacar de encima a todo y a todos los que le estamos haciendo mal.
La gente corre indefensa, tratando de esquivar ese loco destino que marcó el rumbo de su propia e inevitable agonía.
El planeta no discrimina razas, ni credos, edades o condiciones sociales, para él todos somos iguales y por eso, su venganza es para todos por igual.
Ella y Él
21.08.2018 12:30
Cuando él, con su cínica humildad disfrazada de verdad, rogó nuevamente su perdón jurando que nunca mas iba a ocurrir y asegurando que cambiaría; ella una vez mas, escondió en una sonrisa su pena, dejó en el recuerdo el dolor de sus heridas y con lágrimas de amor en los ojos, le dio otra nueva oportunidad.
Ella, con su ilusión intacta, creyó haber conseguido esa felicidad tan esquiva como anhelada, que soñó desde su pubertad; él acompañó nuevamente aquella hermosa ilusión, con la imagen irreal de un comportamiento que iba contra la esencia de su propio ser.
En la escasa racionalidad de sus pensamientos, ella conocía la verdad de su destino; pero la confusión que él había sembrado en su interior, la estimulaban y le decían que esta vez iba a ser diferente. De esa forma, ella volvió al comienzo de un camino sin retorno, al inicio de una historia que siempre contaba el mismo final; él logró el sórdido y espeluznante objetivo de someter a su antojo, la voluntad de su confundida víctima.
Con mucho esfuerzo, ella logró mantener por un tiempo la alegría de su maltrecho corazón. Sacrificando gustos, alejando amistades y dejando de lado gran parte de su vida, creyó que él sería el hombre que siempre había soñado.
Pero la frágil paz hogareña, duró lo que un suspiro de su desconsuelo; la realidad le demostró de la forma mas cruel que todo ese esfuerzo fue en vano; esa efímera felicidad se desvaneció junto a la mentira de aquella falsa armonía.
Ese día, él volvió a mostrar el lado oscuro de su alma. La mente enferma y retorcida que lo dominaba susurró una pequeña duda sobre ella; eso bastó para despertar su reprimida ira.
Ella juró amarlo y le aseguró que estaba equivocado; para él, ese sucio pensamiento que lo atormentaba era la única verdad; él no tuvo la suficiente confianza para aceptar que ella no le mentía.
Una vez mas, ella quedó en desventaja y suplicó por su vida, pero él y su sucia imaginación machista, negaron la realidad y no la escucharon.
Las reglas que él impuso siempre fueron claras, ella le había fallado a su confianza y eso tenía consecuencias; ahora él debía corregir la osadía de su alma descarriada y asegurarse que ella volviera a ser la dócil mujer que pretendía.
Como otras veces, una llamada anónima, alertó a la policía sobre un caso de violencia doméstica en aquella casa. Sin apuro, porque ya conocían el final de la historia, los oficiales fueron a cumplir la rutina inútil y sin consecuencias, de hacerse presentes en el lugar del supuesto hecho. Como siempre, él y ella, por diferentes motivos, negarían lo ocurrido; inventando sórdidas mentiras y argumentando insólitas excusas, tratarían de explicar lo inexplicable.
Pero esta vez, todo fue diferente. Cuando la policía llegó al lugar, los recibió el perturbador silencio de la muerte; dos cuerpos en el piso de una habitación en penumbras, pintaban la aterradora imagen de un drama tan previsible como evitable.
Ella, sentada en el piso del rincón mas lejano, lo abrazaba y acariciaba con ternura su cabello empapado en sangre. A pesar de haber sido maltratada por años, lloraba desconsolada por la culpa que él había arraigado en su perturbada mente.
Él yacía en su regazo, la muerte lo tomó por sorpresa; nunca imaginó que ese día dejaría escapar la vida y con ella, la oportunidad de ser feliz junto a ella, la mujer que siempre lo había amado.
La traición
21.08.2018 12:23La tarde bajaba lentamente su telón de penumbra, pintando de gris todo lo que a su paso alcanzaba.
A Roberto no le quedaba mucho tiempo; corre desesperadamente a la estación con el temor de que su esfuerzo sea en vano. Al llegar ve como el tren se alejaba y con él, como su vida perdía todo sentido.
Cuando el alma abandonaba su cuerpo con el último vagón que dejaba el andén, del otro lado de la vía, su amada lo observa con algo de culpa y la valija en la mano.
Desde aquella lejana cercanía, Silvia puede ver en los ojos de Roberto, la pena que le causó la idea de su propia ausencia.
A pesar de todo, Silvia no pudo cumplir la promesa que se hizo antes de dejarlo; sin olvidar el dolor de la traición, ella lo había perdonado.
El abrazo comienza en sus miradas, separadas por las vías de un tren apenas visible en el horizonte. Paso a paso recorren la distancia que los aleja, con el contacto de sus cuerpos, ese abrazo se vuelve realidad.
Para Roberto, todo había terminado; para Silvia, ya nada sería igual.
Mi Calle
21.08.2018 12:22Mi calle huele a recuerdos; memoria intacta en años de una infancia lejana y feliz.
Calle de rodillas raspadas y dientes perdidos; de “picados” con arcos de piedra, cancha de dos “paños” y líneas de alquitrán; equipo de amigos con números pintados y sueños de crack que amagaron concretarse y al final, quedaron en algún rincón del olvido.
Historias de amores inocentes, besos escondidos y manos apretadas; bailes en casas de familia, con estricta vigilia paterna y discos de vinilo.
Mi calle sufre el silencio de niños jugando, ruidos de diversión olvidada; sonidos de la mancha y la escondida, del pique cordón y la rayuela.
Mi calle añora muros sin rejas, donde la charla se hacía risa, el tiempo parecía eterno y no había horarios ni toques de queda.
En mi calle veías cosas extrañas; princesas sin corona, superhéroes sin capa y villanos que eran buenos; espadas de madera, aviones de papel y futbolitos de botones.
Mi calle extraña a su gente, la gente del barrio; al “viejo” piola, que cuando faltaba uno, se entreveraba en algún partido de fútbol; a la “vieja” cascarrabias, que pinchaba la pelota cuando por algún despeje o bolea sin rumbo, caía en su jardín y le rompía las plantas. Extraña a la gente que la dejó y se fue para otra calle, y extraña a esa otra, la que se fue y ya no volverá.
En mi calle no había peligro ni gente mala, eran sólo gente del barrio.
Mi calle es mi vida, soy yo y mis recuerdos más lindos; mi calle ha cambiado pero sigue viva y gracias a Dios, yo todavía la puedo disfrutar.